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Identity Coaching – liderando emociones

Las emociones son procesos neuroquímicos y cognitivos producidos en nuestra mente, su resultado son acciones: — la toma de decisiones, la memoria, la atención, la percepción, la imaginación, la creatividad— la arquitectura cerebral de dichos procesos  se ha ido perfeccionando por el devenir de la selección natural como respuesta a las necesidades de supervivencia y reproducción humanas. Fueron nuestras emociones más primigenas las que, cumpliendo con su misión, nos permitieron sobrevivir y estar hoy aquí como seres humanos.

Etimológicamente, el término emocion viene del latín emotĭo, -ōnis que significa el impulso que induce la acción. En psicología se define como aquel sentimiento o percepción de los elementos del entorno que nos rodea y la relación que establecemos con la realidad o la imaginación que nuestro cerebro «entiende» sobre dicho entorno.

La expresión, incluso incosciente, de dicha emoción puede ser físicamente mediante alguna función fisiológica como reacciones faciales, pulso cardiaco y tensión arterial, e incluye reacciones de conducta que pueden llegar a la agresividad y al llanto de forma incontrolada. Las emociones son materia de estudio de la psicología, las neurociencias, y más recientemente en los ámbitos de gestión de las relaciones personales e interpersonales en organizaciones y equipos de toda naturaleza.

En 1980 Robert Plutchik identificó y clasificó las emociones y propuso que los seres humanos experimentan 8 categorías básicas de emociones que motivan e impulsan la adopción de varias clases de conducta.

Temor, sorpresa, tristeza, disgusto, ira, esperanza, alegria y aceptacion; cada una de estas nos ayudan a adaptarnos a las demandas de nuestro ambiente aunque de diferentes maneras. Según Plutchik, las diferentes emociones se pueden combinar para producir un rango de experiencias aún más amplio. La esperanza y la alegría, combinadas se convierten en optimismo; la alegría y la aceptación nos hacen sentir cariño; el desengaño es una mezcla de sorpresa y tristeza.

Estas emociones varían en intensidad, la ira, por ejemplo, es menos intensa que la furia, y el enfado es aún menos intenso que la ira. Entre más intensa sea la emoción, más motivara la conducta. Las emociones varían según la intensidad dentro de cada categoría y este hecho amplía mucho el rango de emociones que experimentamos.

Además todas las emociones son algún tipo de actos, lo que constituye una característica fundamental a la hora de comprenderlas. Tendremos que mirar a su alrededor, ya que al ser actos son actos entre actos, esto es, van dentro de los deseos como medios de llevarlos adelante.

Evidentemente es fácil reconocer que huir de un peligro, golpear a alguien, acariciar, etc. son acciones. Pero ¿qué hacemos cuando, sentados en una silla, nos angustiamos pensando en un problema, o cuando estamos sintiendo amor viendo cómo juega nuestro hijo?

Las emociones también tienen un rango colectivo: los grupos y las masas de individuos participan de sentimientos comunes. Baste recordar algunos fenómenos de masa, como la estampida frente a una hecatombe, el magnetismo con el que un grupito de curiosos atraen como la miel de un panal a los que por ahí pasean, la atmósfera de un meeting o congreso para llamar la atención sobre el poder amplificador que puede tener lo colectivo.

Por supuesto, no siempre un grupo participa al unísono de su ambiente afectivo. Hay discordancias, subgrupos rivales o sectores repudiados. De todas formas el hecho de situar al individuo en el marco del grupo proporciona un carácter especial a sus vivencias. Una explicación simplificada podría ser la siguiente:

«la mirada de los otros nos saca del anonimato, nos enfrenta con las diferencias o similitudes. Esta consciencia que ilumina nuestra posición nos arrastra a acentuarla, queda resaltada bajo tal luz.» Nos impele a autodefinirnos y establecer nuestra posición en el juego con los demas y el propio grupo»

Queramos o no, esto se produce de forma consciente o incosciente.

Hay sentimientos que cambian dependiendo de si se dan en una relación dual o grupal. Alguien puede ser moderadamente tímido cuando se habla con él, pero en un grupo puede aturdirse completamente. Resulta difícil sentirse a gusto en un grupo, porque ello nos obliga a ser nosotros-mismos más que nunca, si no queremos ser borrados o diluir nuestra personalidad en nombre de las necesidades del grupo. La gestión de las emociones colectivas tanto desde el punto de vista del liderazgo como desde el punto de vista individual es clave y se mide por el grado de autoestima que cada miembro dispone de forma independiente.

El trabajo para la afirmación propia en el grupo del individuo debe ser considerable. Exige tener un control multilateral: de las relaciones de los diversos miembros con uno mismo, las que tienen entre sí y las propias del grupo como tal frente al exterior. Somos definidos por pertenecer a un grupo o clase, y participamos, estamos implicados de cierta manera con él, amándolo, queriéndolo cambiar, porque nos atemoriza o lo necesitamos. Sea como sea no podemos ser indiferentes incluso a la soledad.

El modo de participar y pertenecer a los grupos es variable. Pero lo común, como gran parte de lo que una persona desea de la vida; tiene que ver con ser un miembro aceptado por los demás: ser considerado un adulto útil, apreciado y que funciona con los ideales sociales que en su ambiente se predican (familia, trabajo, amigos, sociedad…). Todo ello forma parte de lo más hondo de las ansias de una persona, es una profunda razón de sus alegrías y tristezas, de sus amores, odios y miedos. Cuando una persona no «está al tanto» o no funciona como se supone, suele ser señalado por el grupo. La forma va desde lo cómico, para el que tropieza, se equivoca, comete torpezas; hasta las formas de violencia más extremas, como el internamiento, expulsión, confinamiento, cuando no la muerte. Esta «crueldad» puede incluso observarse en los grupos escolares cuya tutela es altamente analfabeta emocionalmente hablando.

Por lo general el espacio entre lo que un sujeto desea, y desear que otros deseen algo que  no quiere que deseen, es abismal. (merece la pena en esforzarse por entender bien y reflexionar sobre este «triple giro» ya que en él reside la explicación de muchas angustias sin sentido que nos incapacitan a la acción y reducen nuestra autoestima). Conseguir deseos colectivos no está casi nunca al alcance de nadie en particular, son emociones del colectivo mismo: los sujetos que forman la sociedad no tienen lo bastante con el tiempo de su propia vida para conseguirlo.

Estar junto a los demás es algo que nos compromete más de lo que a menudo estamos dispuestos a reconocer: estamos demasiado implicados en el corazón del ser-así-como-somos con el mundo social. Pero… lo social, no sólo nos «rodea» sino que también nos configura. No es cierto, como dicen algunos, que “the sky is the limit”; existen limites y no tenerlos en cuenta produce frustraciones. Por todo ello entrenar las emociones y aprender a gestionarlas debería, incluso, ser asignatura ya en los primeros cursos de escolarización de los menores y adolescentes. En el ámbito de los adultos desde FundAres formamos y enseñamos herramientas de PNL basadas en Identity Coaching que son de gran ayuda tanto en lo individual como desde lo individual a la gestión de las emociones colectivas de grupos y equipos de trabajo. Los equipos de alto rendimiento y felicidad están basados en comprender y aplicar dichos conocimientos.

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